La izquierda y la transfobia: falsa ciencia y falso marxismo

Conor Payne, Socialist Party (ASI en Irlanda) y ROSA Irlanda. Original en inglés escrito 12/05/2020.

Las personas trans se enfrentan a la opresión en todo el mundo. En EEUU, las mujeres trans tienen 4 veces más probabilidades de ser asesinadas que las mujeres cisgénero, y las mujeres trans negras 7 veces más que la población general. En el Reino Unido, 2018-19 vio un aumento del 37% en los delitos de odio contra las personas trans. Un estudio realizado por el grupo británico LGBTQ+ Stonewall descubrió que 1 de cada 4 personas trans habían vivido en la calle en algún momento de sus vidas, mientras que el 12% de las personas trans reportaron violencia física o acoso en el lugar de trabajo en el último año. En Irlanda, una encuesta de la Red por la Equidad Transgénero de Irlanda descubrió que el 80% de los encuestados evitaban al menos algunos lugares o situaciones públicas debido al miedo al acoso y el 78% había pensado en el suicidio en algún momento de sus vidas, con un 40% que había cometido al menos un intento.

La violencia, el acoso y la discriminación han sido experimentados por personas trans durante muchos años. Pero parte del contexto de estas cifras es un aumento en el uso de la retórica transfóbica y la legislación anti-trans en una gran cantidad de países, en particular viniendo de la derecha populista que está resurgiendo, así como de secciones del "establishment". Los partidos populistas de extrema derecha y derecha en todo el mundo critican la “ideología de género”, contra el reconocimiento social de la validez de las identidades y vidas trans. En EEUU, la administración de Trump prohibió a las personas transgénero ser parte del ejército, eliminó las protecciones contra la discriminación de las personas trans en la atención médica y legalizó la discriminación contra estas en los centros de acogida para personas sin techo, entre otras medidas. La derecha estadounidense también ha impulsado una serie de “proyectos de ley de baños” a nivel estatal o local que buscan evitar que las personas trans usen el baño que mejor refleja su identidad de género. En Hungría, el régimen cada vez más autoritario de Orban introdujo recientemente una medida para borrar el reconocimiento legal de las personas trans como parte de un proyecto de ley supuestamente destinado a combatir el coronavirus.

Propaganda transfóbica

En Gran Bretaña, la prensa y secciones del "establishment" político han iniciado una campaña generalizada de propaganda transfóbica, particularmente en respuesta a las propuestas para enmendar la Ley de Reconocimiento de Género de 2004 para permitir que las personas transgénero cambien su género legalmente reconocido a través de la auto-identificación. La campaña ha tenido efecto. El gobierno conservador parece haber invertido su posición sobre la auto-identificación y, en cambio, está buscando nuevos ataques contra los derechos trans. La ministra de Mujeres e Igualdad, Liz Truss, indicó que estaba planeando medidas para “proteger los espacios de un solo sexo”; es decir, excluir a las personas trans del uso de instalaciones designadas para el género con el que se identifican y eliminar o restringir el derecho de las personas trans menores de 18 años a recibir tratamiento médico relacionado con su transición. Este tratamiento ha salvado las vidas de mucha gente joven. Obviamente, estas medidas del gobierno de Boris Johnson no se basan en la preocupación por los derechos de las mujeres, ni por supuesto en ninguna mejor práctica científica o médica. Son productos de una campaña que refleja la demonización de muchas otras minorías en la sociedad, presentando a las personas transgénero como una amenaza peligrosa.

Dos ejemplos dan una buena idea de las mentiras y distorsiones que se están extendiendo. A partir de 2017, varios periódicos británicos, incluidos The Star, Telegraph, The Sun y The Mirror, publicaron historias que sugerían que el notorio asesino de niños, Ian Huntley, buscaba ser legalmente reconocido como una mujer, haciendo hincapié implícitamente en los supuestos peligros de la auto-identificación. Resulta que esta historia era completamente falsa y estos periódicos se vieron obligados a imprimir “aclaraciones” unos dos años después. El 12 de abril, el ex ministro conservador Rory Stewart afirmó falsamente: “Cuando era ministro de prisiones, tuvimos situaciones en que los prisioneros se auto-identificaban como mujeres y luego violaban al personal de la prisión. Así que creo que si alguien es biológicamente masculino, particularmente en un entorno como una prisión, no deberíamos permitir que eso suceda". Nuevamente, The Sun corrió a publicar este titular. La verdad, una declaración del Servicio de Prisiones que confirma “No tenemos constancia de que esto haya sucedido”, fue enterrada en el texto del artículo.

Los temas de este sensacionalismo son claros: las personas trans son depredadoras, una amenaza para las mujeres, no se puede confiar en sus identidades. No fue hace mucho tiempo que tales afirmaciones se hacían regularmente en la prensa capitalista sobre las personas homosexuales. La diferencia es que esta campaña desafortunadamente no viene únicamente de la derecha conservadora sino también del "establishment" liberal, algunas auto-denominadas feministas e incluso sectores de la izquierda.

Secciones de direcciones sindicales, activistas del Partido Laborista y algunas organizaciones de izquierda han planteado objeciones al derecho a la auto-identificación y, en general, a la lucha por la liberación trans. La profundidad de la putrefacción se expuso en la publicación en el Morning Star, periódico apoyado por algunos sindicatos y asociado con el Partido Comunista de Gran Bretaña (CPB), de una viñeta particularmente transfóbica y deshumanizante, que compara a las personas trans con cocodrilos. Esto causó una indignación justificada y, finalmente, el Morning Star publicó una disculpa titulada: “Fallamos en nuestro deber de igualdad y liberación” y prometió revisar su cobertura anterior del tema. Y ese es precisamente el punto importante: la viñeta no cayó del cielo. Reflejó años de artículos en Morning Star y de otras partes de la izquierda argumentando que los derechos trans representaban una amenaza para los derechos de las mujeres y esto a su vez se proyectó en otras partes de la izquierda. Una revisión seria implicaría un rechazo total de este enfoque a favor de uno basado en oposición a toda opresión y confiado en la capacidad de solidaridad entre todas las personas de la clase trabajadora y oprimidas.

El caso de la “izquierda” contra los derechos trans

Los opositores “progresistas” de los derechos trans generalmente presentan el tema como uno de un “choque de derechos” entre las personas trans y las mujeres, cuyo acceso a espacios separados está bajo amenaza; por supuesto, este argumento toma como punto de partida que las mujeres trans no son mujeres. También sostienen que las identidades trans refuerzan los estereotipos de género y debilitan nuestra capacidad de comprender y oponerse a la opresión de las mujeres. Si bien, por lo general, afirman oponerse a la discriminación contra las personas trans, adoptan fundamentalmente la misma lógica que la derecha transfóbica y sacan muchas de las mismas conclusiones. Por ejemplo, Woman’s Place UK afirma estar basado en las tradiciones socialistas y laboristas y reclama destacados activistas sindicales entre sus principales miembros. Pero, ¿qué defienden? Hablando en su nombre, Lucy Masoud deja en claro que quieren que la ley sea:
“Reforzada y … cumplida estrictamente; se aplica para garantizar que los espacios y servicios exclusivos para mujeres en este país estén protegidos. Las empresas y las organizaciones deben enfrentar multas o acciones legales si deliberadamente ignoran la ley.”
Estos “espacios solo para mujeres” incluyen “baños, alojamiento de servicios de salud, prisiones, deportes, servicios contra la violencia sexual y doméstica”. Esto es esencialmente una prohibición legal de que las mujeres trans usen los baños de mujeres y un amplio rango de otros servicios, una variante de los proyectos de ley de baño tipo Trump envuelta en una retórica feminista y socialista.

Actualmente en Gran Bretaña, para cambiar su género en su certificado de nacimiento, una persona debe tener un diagnóstico de disforia de género y haber vivido como su género elegido durante dos años. Estas restricciones causan problemas reales para la vida de las personas trans. El reconocimiento legal de su género tiene un significado tanto práctico como simbólico. Los certificados de nacimiento son un documento legal importante que se requiere con frequencia al solicitar todo tipo de servicios o al interactuar con el estado. Un certificado de nacimiento que no coincida con el género vivido de alguien o con otra identificación que tengan, pone a las personas trans en riesgo de ser expulsadas durante estas interacciones o causar otros obstáculos y problemas.

Mientras algunas personas trans experimentan disforia de género, otras no, y este proceso requiere que las personas reciban un diagnóstico psicológico antes de obtener reconocimiento legal a pesar de la investigación científica y la comprensión de las identidades trans actuales. El acceso a la atención médica de las personas trans también es muy limitado para aquellas personas que no pueden pagar la atención médica privada; en Irlanda esperan más de tres años. La auto-identificación significa simplemente que este proceso se reemplaza con una declaración legal del género preferido de la persona. Esto ha existido en la República de Irlanda desde 2015, aunque con limitaciones importantes, como la ausencia de cualquier forma de reconocimiento de personas no binarias. A pesar de las afirmaciones apocalípticas que dominan el debate en Gran Bretaña, no ha causado ningún problema para los derechos de las mujeres o de cualquier otra persona. La investigación no respalda la idea de que el dar a las personas trans el derecho legal de usar instalaciones en línea con su género ponga en peligro a las mujeres. Por ejemplo, un estudio de Massachusetts analizó las localidades que tenían leyes trans inclusivas y las que no, y no encontró diferencias en los informes de asaltos u otros delitos en baños públicos y vestuarios.

La violencia contra las mujeres es endémica en la sociedad, pero las mujeres trans son abrumadoramente más propensas a ser sus víctimas que los perpetradores. La preocupación más relevante sobre la violencia en este debate es la amenaza de violencia contra las mujeres trans que se verían obligadas a usar baños masculinos, ser detenidas en prisiones masculinas, etc. En 2015, Vicky Thompson fue encontrada muerta por suicidio después de ser detenida en una prisión masculina y sufrir acoso transfóbico.

¿Reforzar los estereotipos de género?

Otro argumento importante de los activistas transfóbicos es que las identidades trans se basan en los estereotipos de género y que los jóvenes están “presionados” para adoptar una identidad trans si no se ajustan al comportamiento estereotípico para niños o niñas. Esto es completamente infundado e ignora el peligro muy real para las personas trans jóvenes cuando se les niega su identidad. Los estudios demuestran que las identidades de género de los niños trans son tan fuertes y consistentes como las de los niños cis y que las personas trans jóvenes que se someten a tratamientos hormonales tienen resultados mucho más positivos como consecuencia.

Por supuesto, las mismas personas que argumentan esto, también cuestionarán la autenticidad de las personas trans que, según su opinión, no se ajustan lo suficiente con el comportamiento o apariencia del género con el que se identifican. Los estereotipos de género y los roles de género rígidos son una parte importante de la sociedad actual, y nunca se debería criticar a las personas, ya sean trans o cis, si los reflejan de alguna manera en sus vidas. Al mismo tiempo, precisamente existe un intento creciente de rechazar estos falsos binomios y esto es parte de lo que está alimentando el apoyo a la liberación trans entre los jóvenes y en el movimiento feminista a nivel mundial. La verdad (bastante obvia) es que atacar los derechos de las personas trans solo sirve para reforzar los estereotipos de género, no para socavarlos de ninguna manera y que esto también afectará a las mujeres cis.

Se puede encontrar una ilustración clara en las pautas publicadas por “Fair Play for Women” para las organizaciones sobre cómo proporcionar vestuarios “solo para mujeres”:
“Para mantener su política legal de proporcionar a las mujeres un vestuario solo para mujeres, a veces puede ser necesario que el personal le niegue el acceso a una persona masculina. Sabemos instintivamente quién es hombre y mujer simplemente mirando, lo que hace que sea fácil y rápido para el personal detectar si un hombre entra en un vestuario femenino … la admisión a los vestuarios solo para mujeres debe basarse primero en una evaluación visual del sexo de alguien, seguido por una solicitud de un certificado de nacimiento femenino en circunstancias en las que el personal sospeche razonablemente que la persona nació hombre “.
Estas son sugerencias increíbles que equivalen a la vigilancia de género. El impacto en los derechos y la seguridad de las personas trans es obvio, pero también tendría implicaciones mucho más amplias. La mayoría de las personas no llevan consigo sus certificados de nacimiento y es inconcebible que si este enfoque se implementara ampliamente no afectaría a las personas intersexuales y a las mujeres cis que no se ajusten a los estándares estereotipados del físico femenino. 

Falso marxismo 

Donde las organizaciones feministas y de izquierda argumentan estas ideas vale la pena mirar las raíces políticas y teóricas. Muchos explican su oposición como un rechazo de la “política de identidad” posmoderna, pero en realidad su argumentación reproduce una versión de la política de identidad. Para los marxistas, el punto de partida es la necesidad de oponerse a todas las formas de opresión, apoyar las luchas de los grupos oprimidos y tratar de vincularlos en el contexto de un movimiento socialista y de clase trabajadora unida. Una parte clave de esto es comprender las raíces de las diferentes formas de opresión en la sociedad de clase y capitalista y, por lo tanto, el potencial de desafiarlas fundamentalmente.

El capitalismo se basa en la opresión de las mujeres, una división del trabajo por género y el trabajo doméstico no remunerado, principalmente de las mujeres dentro de la estructura de la familia nuclear. Por lo tanto, depende de una ideología de estereotipos y roles de género. Las personas trans, así como otras personas LGBTQ+ por su existencia, socavan esta ideología y, por lo tanto, sufren opresión en la sociedad capitalista. Cuando se hace hincapié en los derechos conflictivos o la aspiración de diferentes grupos, sin una perspectiva de unidad y solidaridad reales, se tiende a socavar esto último y, en cambio, se apunta a una batalla por los derechos y recursos limitados que la sociedad capitalista está dispuesta a repartir.

En los escritos de aquellos izquierdistas que se oponen a la lucha por la liberación trans, vemos esta narrativa; un conflicto entre los derechos de las mujeres y los de las personas trans y la conclusión de que, en última instancia, los derechos de las personas trans deben ser limitados. Kiri Tunks, del Sindicato Nacional de Maestros, escribe que permitir que las mujeres trans utilicen los servicios de las mujeres “significará que los servicios que ya están siendo atacados por la política de austeridad se verán obstaculizados aún más en su capacidad de proveer a las personas para las que fueron creadas”. Si bien esto es dudoso dado el porcentaje relativamente pequeño de la población que son mujeres trans, es notable que aquí no haya una perspectiva para luchar por mejores servicios para todas las personas. Esto no tiene nada en común con un enfoque socialista, pero tiene paralelos con la retórica de la derecha que enfrenta, por ejemplo, a inmigrantes contra no inmigrantes en una competencia por los recursos. La izquierda nunca debería aceptar este enfoque; debería confiar en una lucha unida contra las políticas de austeridad que socavan los servicios de los que todos dependemos. 

Escribiendo en Morning Star, Mary Davis, del Partido Comunista de Gran Bretaña, argumenta que las mujeres sufren “opresión”, mientras que las personas trans sufren solamente “discriminación”. Según su cuenta, la diferencia es que: “La opresión, a diferencia de la discriminación, está vinculada materialmente al proceso de explotación de clase pagando a las mujeres mucho menos que a los hombres, sirviendo así al objetivo de lucro del capitalismo”. Por lo tanto, “la lucha contra la discriminación específica a la que se enfrentan las personas trans no se beneficia de socavar la resistencia a la opresión que han sufrido las mujeres durante siglos como sexo biológico”. Esto es muy extraño. Claramente, la “discriminación” no es suficiente para describir la brutal violencia contra las personas trans en todo el mundo, ni la focalización de las personas trans por parte de regímenes y fuerzas de derecha, o las peores condiciones económicas de las personas trans.

Esta definición también parece sugerir que la homofobia, el antisemitismo, que fluyen de la sociedad capitalista pero que no tienen un vínculo directo con los beneficios capitalistas, no pueden ser “opresión”. Lo más importante, se pierde por completo que la opresión de las mujeres y la opresión LGBTIQ+ están vinculada; que la ideología de los roles de género y los estereotipos que sirven para justificar y perpetuar la opresión de las mujeres conducen inexorablemente a poner en el punto de mira a las personas LGBTIQ+, incluidas las personas trans, cuya existencia representa un desafío a esas normas. El machismo, la homofobia y la transfobia son intrínsecos a la sociedad capitalista y existe un interés común para todos aquellos que quieren luchar contra ellos y unirse.

Elaine Graham-Leigh de Counterfire, otro grupo de izquierda que respalda los argumentos de la derecha transfóbica, intenta fundamentar su posición en una comprensión marxista de la opresión de las mujeres y pintar la lucha por los derechos trans como una “política de identidad posmoderna”. Un análisis marxista identifica los orígenes de la opresión de las mujeres en el desarrollo de la sociedad de clases. Las primeras sociedades humanas no producían un excedente de riqueza, dependían de la contribución de cada miembro del grupo para sobrevivir y tampoco tenían división de clase ni opresión de las mujeres. Con el desarrollo de la agricultura, existió un excedente económico que creó la especialización del trabajo, una minoría que se liberó del trabajo físico diario y se apropió del excedente como suyo. Esta nueva clase dominante necesitaba ser capaz de perpetuarse dando sus propiedades y privilegios a las próximas generaciones como herencia.

Esta fue la base para la creación de la familia y la subyugación de las mujeres cuya sexualidad necesitaba ser controlada para permitir la herencia a través de la línea masculina. Por lo tanto, la opresión de las mujeres fluye de condiciones históricas específicas y también puede ser abolida eliminando esas condiciones. Esta idea se opone al marco principal del feminismo burgués que frecuentemente ve a los hombres en todos los niveles de la sociedad como oprimiendo colectivamente a todas las mujeres y, por lo tanto, no puede señalar una salida fundamental de la opresión, sino solo a mejorarla dentro del sistema existente.

Para Elaine Graham-Leigh, reconocer a las mujeres trans como mujeres y hombres trans como hombres es incompatible con este análisis porque:
“Desde este punto de vista, las mujeres, por ejemplo, no están oprimidas debido a ninguna relación con su sexo femenino, sino porque y en la medida en que se identifican como mujeres y significan esto a través de su desempeño de feminidad. La realidad del sexo de sus cuerpos es tan poco importante como toda realidad material “.
También sugiere que aceptar identidades trans implica “la inferencia perjudicial de que las mujeres a la que no les gusta podrían identificarse como hombres, o, lo que es peor, que el hecho de que no les guste demuestra que realmente deben ser hombres”.

Una visión marxista de la opresión de las mujeres

Por supuesto, alguien no puedse simplemente salir de su opresión por identificación y, dada la opresión a la que se enfrentan las personas trans, es absurdo sugerir que cualquiera adopte una identidad trans para hacerlo. Sin embargo, es posible oprimir a las personas negándoles el derecho a identificarse como lo deseen. Esto es precisamente porque el género es una realidad social material.

Al leer esto, alguien pensaría que las identidades trans son una invención posmoderna reciente. Por supuesto, a lo largo de la historia y en una variedad de sociedades humanas diferentes ha habido personas trans, personas que no se identificaron con el género que les fue asignado o que quisieron vivir completamente fuera del género binario. Este lenguaje y los marcos utilizados para entender esto han cambiado, por supuesto, como lo ha hecho con muchas otras identidades. La cuestión central entonces es cuál es la posición sobre los derechos de las personas trans, y el derecho a auto-identificarse significa el derecho a existir en la sociedad de la manera más auténtica para cada persona, en lugar de verse obligadas a asumir los rígidos roles de género que la sociedad capitalista quiere imponter. 

No hay razón para que una defensa socialista de los derechos trans rechace una comprensión materialista de la opresión de las mujeres. Tenemos que entender cómo funciona la opresión de las mujeres en la sociedad capitalista hoy, no solo cómo surgió históricamente. Su propósito no es únicamente facilitar la herencia de propiedad si no mucho más. El trabajo no remunerado de las mujeres, valorado en 10,9 billones de dólares al año, y que reproduce la próxima generación de trabajadores dentro de la familia nuclear, las ganancias que se derivan de los bajos salarios en sectores feminizados y como un medio de control social e ideológico. Todo esto da lugar a la misoginia como una verdadera fuerza material en la sociedad que puede afectar a todas las mujeres. Del mismo modo que no todas las mujeres cis experimentarán el embarazo y las formas de opresión que se relacionan con él, tampoco lo harán las mujeres trans, pero lamentablemente experimentarán muchos aspectos de la opresión de las mujeres, incluida la violencia potencialmente basada en el género y niveles más altos de bajos salarios y pobreza, y en muchos casos los experimentan más intensamente como un grupo de mujeres particularmente marginadas.

Graham-Leigh hace algunas críticas correctas de la política de identidad neoliberal, en particular su hostilidad hacia la idea de la unidad de lucha:
“Esta visión de la opresión como algo que solo los oprimidos mismos pueden combatir refuerza el argumento neoliberal de que la sociedad es irrelevante … Solo si, por otro lado, percibimos la importancia de los lazos sociales y comunales, podemos luchar contra la opresión a la que no estamos sujetos, pero que no queremos que exista en nuestra sociedad “.
Si bien las personas oprimidas obviamente tienen una visión única de su propia opresión y sus propias luchas y demandas son clave, estamos de acuerdo en que un movimiento efectivo que lucha para ganar tiene que tener una perspectiva para construir una lucha unida que abarque a toda la clase trabajadora. Esto también implica que el movimiento más amplio de la clase trabajadora esté dispuesto a asumir las luchas y demandas de todos los grupos oprimidos. Sin embargo, después de haber señalado esto, más tarde se contradice por completo con respecto a la participación de las personas trans en el movimiento contra la opresión basada en el género:
“Dado que vivimos en una sociedad en la que las mujeres aún corren el riesgo de sufrir violencia masculina y opresión sistémica, necesitamos poder organizarnos solo con otras mujeres cuando lo requerimos”.
Entonces, aquí vemos exactamente la misma perspectiva: es imposible que las personas trans se integren completamente en el movimiento de mujeres y, de hecho, se describen implícitamente como una fuente potencial de “violencia masculina y opresión sistémica”. La razón por la que Graham-Leigh se contradice es que comparte muchos puntos en común con las políticas de identidad. Su enfoque práctico no se basa en un análisis marxista de la opresión de las mujeres sino en la “teoría del patriarcado” que considera el patriarcado como una empresa colectiva de “hombres” contra “mujeres” y, por lo tanto, siente la necesidad de vigilar los límites de la identidad de género.

No solo debemos involucrarnos en abstracciones sino basarnos en experiencias reales. En los últimos años, hemos visto la aparición de un nuevo movimiento global de mujeres, que lucha contra las leyes contra el aborto, la violencia de género y el feminicidio, la brecha salarial de género y muchas otras manifestaciones de la opresión machista. Este movimiento ha sido una parte importante de la radicalización de una nueva generación de mujeres jóvenes y personas trans y ha jugado un papel importante en la re-introducción de métodos importantes de lucha de la clase trabajadora a aquellos que crecieron en el apogeo del dominio ideológico neoliberal. Particularmente notable ha sido el uso del método de la huelga en el estado español, Suiza y otros lugares. ¿La experiencia de este movimiento ha sido de desconfianza y división en torno a la participación de personas trans y no binarias? De hecho, la solidaridad ha sido instintiva y los jóvenes generalmente tienen las actitudes más abiertas hacia los derechos trans en la sociedad.

En Irlanda, los recientes avances en términos de reconocimiento de género y la derrota de la octava enmienda (que prohibía el aborto) han sido parte del mismo proceso de rechazo del statu quo conservador. Del mismo modo, la ola de incitación transfóbica en Gran Bretaña no anuncia un nuevo amanecer para los derechos de las mujeres, sino que plantea la amenaza de una ofensiva reaccionaria contra ellas. Si bien la afirmación de Graham-Leigh de que “no hay unidad natural entre los oprimidos” tiene un elemento de verdad, deberíamos tener claro que la fuente de división en la clase trabajadora es el capitalismo y su ideología, y que el estallido de la lucha tiende a romper el barreras que existen por la necesidad de unidad y solidaridad.

En el contexto de un nivel de lucha relativamente bajo, el éxito del populismo de derecha y la incapacidad del movimiento en torno a Corbyn, a pesar de sus aspectos positivos, de desarrollar una alternativa política de masas en esta etapa, existe el peligro de una capitulación retrógrada e ideas socialmente conservadoras en un parte de la izquierda y el movimiento laborista en Gran Bretaña. A esto no ayuda la influencia continua del estalinismo en sectores de la izquierda de los sindicatos y del Partido Laborista y algunos jóvenes de izquierda, que siempre ha tendido a adaptarse a los prejuicios conservadores y a subestimar la capacidad de la lucha de la clase trabajadora para superarlos. The Morning Star publicó un artículo últimamente sobre las virtudes del “patriotismo progresivo”, una línea que también fue utilizada por un la candidata al liderazgo de Left Labour, Rebecca Long-Bailey. ¡Es importante ser sensible a las aspiraciones e identidades nacionales de las personas, pero otra cosa es describir el patriotismo como “necesario para lograr el socialismo”!

Nunca construirás un movimiento unido capaz de asumir y derrotar al capitalismo sin desafiar hábilmente los prejuicios que existen en la sociedad y defender claramente los derechos y aspiraciones de todas las personas oprimidas. Así es como se puede superar la división y eliminar decisivamente la ideología capitalista. La necesidad de una alternativa al sistema capitalista podrido nunca ha sido más clara y en los próximos años, trabajadores y jóvenes buscarán cada vez más una alternativa y podrán encontrarla en las ideas del socialismo y el marxismo. En ese contexto, la transfobia o la ambigüedad en la defensa de cualquier persona oprimida solo servirá para repeler, desorientar y dividir. Para enfrentar el desafío, necesitamos una confianza renovada en la solidaridad de la clase trabajadora y la liberación humana.