La crisis del Covid-19 ha golpeado fuerte al mundo. Los trabajadores de la salud, cuyas voces nunca fueron escuchadas cuando gritaron por más personal y recursos en movimientos y huelgas alrededor de todo el mundo en los últimos años, son el activo principal de la sociedad para combatir esta pandemia. Ellos pagan un precio muy alto por esto: de aquellos que resultaron positivos en Italia, 10% son trabajadores de la salud. Y mientras los ricos pueden realizarse pruebas para detectar el virus, ¡la mayoría de los trabajadores de la sanidad no! Esta es una característica de la crisis en todas partes, no sólo en Italia. Desde EE.UU a Gran Bretaña y Bélgica, doctores, doctoras, enfermeras y enfermeros están preguntándose si podrían estar contagiando a sus pacientes, colegas y miembros de su familia. Dos enfermeras italianas se han suicidado después de haber resultado positivas en sus pruebas del virus.
Las vidas de millones de personas han cambiado drásticamente en las últimas semanas, al ser cada vez más y más países los que entran en cuarentena, confinado a más personas en sus casas. Existe obviamente una enorme diferencia entre ser confinado en un pequeño apartamento con tus hijos y estar confinado en una gigantesca mansión con amplios espacios al aire libre como el ex gobernador de California y actor Arnold Schwarzenegger; ¡la mayor parte de la población no podrían tener un cuarto para un burro y un pony dentro o fuera de la casa! No olvidemos a los millones de personas sin hogar en el mundo, los millones de refugiados atrapados en campos con un nulo acceso al agua y jabón, así como a ningún servicio médico o las incontables comunidades en el mundo que no tienen acceso fácil al agua o a instalaciones de sanidad. En Brasil, por ejemplo, el 60% de la población no tiene acceso a provisiones sanitarias adecuadas.
La pandemia de Covid-19 claramente no tiene el mismo efecto para todos. Mientras cualquiera puede infectarse, las posibilidades de sobrevivir son menores para la gente más pobre, aquellos que generalmente ya tienen peor salud presentan menor resistencia a los virus. En países como Sudáfrica en donde la tuberculosis se propaga entre los estratos más pobres de la población, este virus puede tener un efecto aún más devastador. En Brasil no es una coincidencia que la primera persona que murió de este virus fue una mujer negra que era trabajadora del hogar, las mujeres negras están entre los más pobres.
Pero también esta la cuestión de género: las mujeres están claramente entre aquellos que reciben lo peor de los efectos de la pandemia. “El coronavirus será peor para las mujeres que para los hombres”, planteo el Foro Económico Mundial. A pesar de que cifras de China sugieren que más hombres que mujeres mueren de esta enfermedad, las mujeres enfrentan la peor parte al ser la mayoría de los trabajadores de la salud tanto como aquellas que ejercen los cuidados dentro de las familias y comunidades, haciéndolas más vulnerables a infectarse como ha demostrado la experiencia de epidemias en el pasado.
El brote de ébola en 2014 y 2016 en el oeste de África mostró la posición predominante de las mujeres en los trabajos de cuidado, lo que significó que ellas eran las que tenían mayor probabilidad de infectarse, en un contexto en el que no tienen ningún poder o influencia para tomar decisiones. Los pequeños recursos en el sector de la sanidad se concentraron en la lucha contra el virus, lo que condujo a un mayor colapso de las instalaciones para otros problemas de salud. El resultado fue, entre otros, un incremento en la mortalidad materna. Es probable que eso se reproduzca en la crisis actual cuando el virus llegue al mundo neocolonial.
Como las escuelas y otros servicios han cerrado, la mayoría del trabajo doméstico adicional recae sobre los hombros de las mujeres. También se espera que el confinamiento cause un pico en la violencia doméstica, física, sexual, psicológica, hacia las mujeres, los niños y los jóvenes LGTBI. Al ser las mujeres quienes generalmente tienen contratos temporales y precarios en lugares de trabajo cerrados como bares y restaurantes o en tiendas no alimentarias, muchas de ellas no se beneficiarán de las medidas implementadas para proteger los empleos y los ingresos, simplemente habrán perdido su trabajo.
Esta crisis destaca la posición vulnerable de las mujeres en el mercado laboral y en la sociedad capitalista en su conjunto, así como el importante papel de las mujeres como cuidadoras no remuneradas en la familia y las comunidades y como trabajadoras remuneradas en sectores que siempre han sido subvalorados, con salarios bajos, contratos precarios y malas condiciones de trabajo, pero ahora muestran cuán indispensables son en realidad. Esta crisis también ha demostrado muy claramente el fracaso del establishment capitalista para hacer frente a este peligro para la salud, con la mayoría de las medidas que finalmente tomaron -como siempre muy pocas y demasiado tarde-, aplicadas desde abajo, con trabajadores ordinarios que toman las decisiones y las implementan, con gobiernos y jefes rezagados.
La austeridad ha dejado a los trabajadores de la salud para luchar como soldados sin las armas adecuadas. Las mujeres constituyen la mayoría de los trabajadores en el sector de la salud y la asistencia social, 70% en 104 países analizados por la Organización Mundial de la Salud. En la región de Hubei, donde surgió el virus, el 90% del personal está compuesto por mujeres. En Bélgica es del 80% en los hospitales, llegando a más del 90% en las residencias para adultos mayores.
Trabajar en el sector social y de salud se considera en gran medida como una extensión de las habilidades “naturales” de las mujeres, para lo cual no es necesario proporcionar salarios dignos. En general, sus salarios estarían por debajo del promedio. Ahora, estas funciones son claramente vitales, no solo las enfermeras y médicos altamente calificados, sino también los trabajadores peor pagados, como los limpiadores sin los cuales todo el sector tendría que cerrar. Ahora está claro que los trabajos peor pagados a menudo se encuentran entre los más útiles y valiosos.
En un país tras otro, la gente aplaude a los trabajadores del sector de la salud desde sus ventanas y balcones. El grupo de acción de atención médica La Santé en Lutte (Sanidad en lucha) respondió a este acto de solidaridad y apoyo diciendo: “Gracias por sus aplausos, pero le pedimos que no olvide lo que sucede ahora y que nos apoye en futuras movilizaciones. Tan pronto como termine el cierre, tenemos algo que decir y hacer ¡Y te necesitaremos!”.
El número de muertos por el virus está altamente influenciado por los puntos débiles en la atención médica. En todos los países capitalistas desarrollados, décadas de recortes en la atención médica han creado una situación en la que no hay suficientes camas de hospital, en el que el personal está sobrecargado de trabajo y se ve afectado por una epidemia de enfermedades relacionadas con el trabajo mucho antes de que comenzara esta crisis, en la que las instalaciones de prueba son en gran medida insuficientes. Esto no solo se hizo para reducir los presupuestos, sino que también fue parte de un impulso consciente hacia la comercialización y privatización por parte de los sucesivos gobiernos neoliberales, creando un sector de atención privada impulsado por las ganancias junto con una atención pública desangrada. Países como Italia han reducido el número de camas de hospital de 10.6 camas por cada 1000 personas en 1975 a 2.6 en la actualidad; en Francia pasó de 11.1 camas por 1000 en 1981 a 6.5 en 2013. En los países en desarrollo nunca ha habido una atención médica adecuada: enumerar los países que tienen menos de 1 cama de hospital por cada 1000 personas se reduce a enumerar el mundo neocolonial. Cuando este virus se propague en continentes como África, los resultados serán catastróficos.
Corea del Sur parece haber sido el único país que ha mantenido sus instalaciones sanitarias en un número suficiente para evitar un bloqueo para contener la infección, mientras que los países europeos y los Estados Unidos entraron en esta crisis sin estar preparados. Un ejemplo de ello fue la destrucción en Bélgica en 2019 de la reserva estratégica de 6 millones de máscaras quirúrgicas después de que un mal almacenamiento por parte del Departamento de Defensa los hubiera dejado inutilizables. Por consideraciones presupuestarias, el gobierno de derecha decidió no renovar las existencias, lo que dejó incluso a los propios trabajadores de la salud sin protección en las primeras semanas del brote.
Las imágenes de enfermeras agotadas, con marcas de sus máscaras y gafas protectoras impresas en sus rostros, se convertirán en imágenes icónicas relacionadas con esta crisis; tenemos que asegurarnos de que no se olviden después. Porque no es el caso que el establishment no supiera sobre la escasez de personal en el sector de la salud: en todo el mundo vimos huelgas masivas en los últimos años. En Francia el año pasado hubo una huelga masiva que se extendió por casi todas las unidades de emergencia pero, como en otros lugares, la respuesta del gobierno fue una continuación de la austeridad acompañada de una mayor privatización del sector.
Los trabajadores de la salud de todo el mundo ahora se enfrentan a una situación en la que hacer doble turno se ha convertido en la nueva normalidad. Es ampliamente esperado que la crisis actual en el sector sea seguida por una crisis de agotamiento entre el personal. Si el sector se mantiene a flote en esta crisis, no será gracias al establishment, sino gracias a los enormes sacrificios del personal, incluidos los trabajadores que limpian y desinfectan los hospitales y otras instituciones de atención.
El derecho de aborto bajo ataque
Al combatir esta pandemia, el sector tampoco podrá mantener los servicios normales. Se pospone toda la atención no esencial y no urgente, y algunos estados de los Estados Unidos la utilizan para incluir el aborto en la atención no esencial. Con restricciones en los viajes, esto equivale a la reversión del derecho de aborto en los Estados Unidos. Obviamente esto tiene que ser combatido. La presión debe generarse inmediatamente, como hicieron las organizaciones de mujeres brasileñas en mayo del año pasado, cuando el gobernador de São Paulo decretó cerrar uno de los pocos hospitales que realizan abortos en los casos en que la ley lo permite, solo unos días después reabrió sus puertas.
Las mujeres que quieren abortar deben poder obtener las recetas de píldoras abortivas, que se tomarán en casa, en línea o por una simple llamada telefónica, y los abortos tardíos deben incluirse en la atención de urgencia. Del mismo modo, las mujeres en tratamiento de fertilidad deberían poder mantenerlo.
En el Reino Unido, estos derechos están siendo negados de forma completamente innecesaria. En los hechos, en Irlanda se han tomado medidas para permitir el acceso a las píldoras abortivas por teléfono, debido a la presión desde abajo, lo que demuestra que este podría ser el caso en tiempos “normales”. ¡Debemos exigir que esto continúe después de que la pandemia disminuya!
Las medidas de protección instaladas en los hospitales conducen a una situación en la que las mujeres tienen que dar a luz por su cuenta, no se permite la entrada de su pareja. Mientras tanto, las unidades de maternidad se cierran a medida que las matronas se despliegan en otros lugares o se aíslan como resultado del coronavirus. Al mismo tiempo, las pacientes de edad avanzada mueren solos en casas de reposo y en sus casas, ya que no se permiten visitas. Solo el acceso a las pruebas podría ayudar a prevenir estas experiencias traumáticas. En la situación actual, cuando las pruebas a menudo dependen de laboratorios privados, quienes obtienen prioridad no son quienes más lo necesitan, ¡sino quienes tienen el dinero para pagarlo!
En muchos países, las personas mayores infectadas con el virus ni siquiera son llevadas al hospital, ya que hay pocas esperanzas de que sobrevivan y los hospitales están llenos. ¡Que la sociedad se vea obligada a hacer un juicio tan brutal e inhumano es una acusación del capitalismo en sí mismo!
Los “soldados” que mantienen a flote a la sociedad en estos tiempos difíciles no son sólo los trabajadores de la salud. Los trabajadores en la distribución de alimentos, los limpiadores de los lugares de trabajo esenciales, los trabajadores del transporte público, los trabajadores sociales están todos en el trabajo, muchos de ellos también con cargas de trabajo más altas, trabajando turnos dobles. En general, las autoridades o los jefes no tomaron las medidas que deberían para protegerlos de la infección, en cambio los sindicatos y los trabajadores comunes tuvieron que impulsarlas desde abajo.
Una vez que el primer brote haya quedado atrás y los gobiernos pasen de grandes inyecciones de fondos a presentar la factura a la mayoría de la población, lo que es inevitable ahora debido a la crisis económica mundial que se avecina, tendremos que intensificar la lucha. Necesitamos exigir más recursos públicos invertidos en el sector de la atención médica, contratos de trabajo decentes y estables, un salario mínimo para erradicar los bajos salarios y deshacernos de la lógica neoliberal de que los únicos trabajos con salarios dignos son aquellos que generan ganancias para los súper-ricos.
La sobrerrepresentación de mujeres entre los trajadores con contratos precarios hará que muchoa de ellas pierdan sus empleos
Se está produciendo una lucha en los lugares de trabajo “no esenciales” ya que los trabajadores no están preparados para correr el riesgo de infectarse o infectar a sus familias para mantener las ganancias o están demandando programas de desempleo técnico. Pero en muchos de los sectores cerrados, sectores muy feminizados como el sector de la hotelería y las tiendas no alimentarias, los trabajadores no tienen contratos estables y se han quedado sin trabajo. En el mejor de los casos, están recurriendo a los sistemas de seguridad social y bienestar que se han vaciado por décadas de baja inversión y austeridad severa después de la crisis financiera y económica de 2008.
En países como Bélgica, las prestaciones sociales y de desempleo estarán muy por debajo de la línea de pobreza, sobre todo cuando viven con una pareja con un salario. Las mujeres de todo el mundo han sido las mayores víctimas del desempleo, dejándolas sin derecho a una prestación o simplemente con derecho a una miseria. Un ataque masivo contra los ingresos de las familias de la clase trabajadora, también las dejó más dependientes de sus parejas. Las familias monoparentales, el 22% de las familias con hijos en los Países Bajos, están condenadas a la pobreza debido a los bajos salarios y prestaciones, combinados con altos costos de vivienda. Lo más probable es que una mujer sea la cabeza de familias monoparentales (90% en Gran Bretaña, por ejemplo).
A medida que la crisis de Covid-19 conduce al desarrollo más acelerado de la crisis económica, muchas de ellas no encontrarán nuevos empleos, ya que un número significativo de estas empresas cerradas, especialmente las pequeñas empresas, irán a la quiebra en los próximos meses.
Trabajar en casa con niños presentes introduce al factor de “agotamiento parental”. Con una tendencia masiva hacia el teletrabajo para aquellos que pueden hacerlo, muchos trabajadores, en su mayoría mujeres, ahora se enfrentan a tener que trabajar desde casa con sus hijos presentes. Cuando, en tiempos normales, las mujeres se enfrentan a su trabajo doméstico después de su trabajo remunerado, recogen a los niños de la escuela, compran, preparan alimentos, lavan, ayudan a los niños con su tarea, etcétera, ahora muchos de los padres y madres con niños pequeños se enfrentan a tener que pasar sus horas de trabajo remunerado antes o después de largos días de cuidado de sus hijos. Como una madre belga de dos niños pequeños informó en la prensa: “Puse la alarma a las 4 de la mañana para hacer un trabajo”. Los blogs muestran a muchas mujeres quebradas bajo la presión, sintiendo que ya no pueden hacer nada bien: no se desempeñan bien en sus trabajos, sintiendo al mismo tiempo que son malas madres.
Según las cifras del Foro Económico Mundial, en tiempos normales, las mujeres realizan el 76,2% de la atención y los cuidados no remunerados en la familia. Esto es parte de una tradición centenaria: la opresión de las mujeres comenzó con sacar a las mujeres de la esfera productiva, ponerlas bajo control y hacerlas dependientes del jefe masculino de la familia, como parte de las primeras sociedades clasistas decenas de miles de años atrás. Pero la sociedad capitalista ha adaptado la opresión de las mujeres y el sexismo institucionalizado a sus propias necesidades, la recrea y refuerza todos los días y en todos los ámbitos de la vida. Lo hace en la falta de servicios asequibles y de calidad que permitan a las trabajadoras combinar trabajo y familia. Lo hace también en el hecho de que los bajos salarios de las mujeres hacen que sea lógico que sea la mujer del hogar la que deje su trabajo remunerado cuando el cuidado de los hijos requiere que uno de los padres esté más en casa. La tradición y la realidad material se combinan para mantener a las mujeres en esta posición de trabajo no remunerado en el hogar.
El cierre de escuelas en muchos países ahora ha aumentado enormemente la cantidad de horas dedicadas a esta parte de la “doble jornada” de las mujeres. Los sindicatos tienen que ejercer presión en este momento para desafiar la noción de que los trabajadores pueden trabajar simultáneamente sus horas normales mientras cuidan a sus hijos a tiempo completo. Como primer paso, sus horas de trabajo deben reducirse imponiendo una cantidad de días libres por semana sin pérdida de pago (sin quitarlas de sus vacaciones normales), reduciendo la productividad que se espera de ellos. A más largo plazo, esta mayor conciencia sobre la responsabilidad parental se debe utilizar para luchar por el derecho de padres y madres a estar en casa sin pérdida de salario cuando sus hijos están enfermos o no pueden ir a la escuela, con fondos gratuitos, cuidado infantil gratuito e instalaciones públicas recreativas para niños y jóvenes durante las vacaciones escolares de verano.
El hecho de que la educación sea uno de esos sectores de la sociedad que ha sido devastada por la austeridad, con registros de falta de personal año tras año, hace que sea difícil establecer esquemas para métodos de educación en el hogar que no esperen que los padres sean los únicos maestros de sus hijos, incluso si los medios tecnológicos para hacerlo están mucho más presentes que nunca. Un sector altamente feminizado, muchos maestros se encuentran en casa con sus hijos y no pueden concentrarse en desarrollar tales métodos para el periodo de confinamiento.
Los maestros ahora están haciendo sonar las alarmas para los grupos masivos de alumnos y estudiantes que se quedan atrás, los más pobres no tienen las herramientas necesarias (ordenadores, conexión a Internet) para mantenerse al día y/o no tienen padres que puedan ayudarlos debido a sus horas de trabajo, debido al hecho de que no tienen las habilidades necesarias o por barreras del idioma. Mientras que en los años sesenta y setenta la democratización de la educación en los países capitalistas avanzados hizo posible que muchos jóvenes de clase trabajadora obtuviera titulaciones más altas que la generación de sus padres, el sistema educativo reducido de hoy no obtiene esos resultados, enfatizando diferencias sociales más que ayudar a superarlas. Esta crisis empeorará las cosas.
En muchos países, mientras se eliminan las clases, las escuelas permanecen abiertas para los hijos de los trabajadores esenciales. Pero muchas familias se niegan a poner a sus hijos allí debido a la inseguridad masiva debido a la falta de pruebas de coronavirus. Las escuelas tendrán que reabrir en algún momento, pero habrá que resistir la reapertura de las escuelas por parte de los gobiernos de derecha en función de los intereses económicos. La reapertura sólo puede ocurrir si se puede hacer de manera segura, con pruebas masivas y repetitivas y protección contra infecciones tanto para el personal como para los estudiantes. Se debe desarrollar un plan de reapertura con representantes del personal, sindicatos, organizaciones de padres y estudiantes: ellos son los que pueden manejar la situación en interés de la sociedad y no para garantizar ganancias privadas.
Mientras no se vuelvan a abrir las escuelas se desarrollará un “agotamiento parental” generalizado, con padres agotados que realizan al menos dos trabajos a tiempo completo durante semanas. La Liga de la Familia en Bélgica escribe: “si esta situación dura, muchos padres colapsarán y es preferible asegurar de inmediato una cantidad de días libres para que los padres tomen alternativamente cuando sea posible, en lugar de enfrentar una serie de agotamientos por un par de semanas a partir de ahora (…) con padres arriesgando el agotamiento profesional y parental ” (20 de marzo, Le Ligueur).
Además de los riesgos para la salud mental de los padres, las instituciones de bienestar infantil temen el aumento de las tensiones en muchas familias, lo que pone a los niños en riesgo. Para las familias que ya fueron seguidas por servicios sociales debido a situaciones problemáticas, muchos de estos servicios han cerrado o tienen que trabajar en circunstancias muy difíciles. También vemos los primeros informes de crecientes tensiones que sufren jóvenes LGTBI ahora confinados con sus padres que no los aceptan.
La situación no es mejor para aquellos padres que trabajan en sectores que aún están abiertos. No solo en el sector de la salud, sino también, por ejemplo, en el sector de distribución de alimentos o en servicios de limpieza, los trabajadores están ahora en turnos dobles, y cuando llegan a casa aún tienen que realizar sus tareas domésticas con niños que en algunos casos han estado en la escuela, pero sin haber tenido clases y que necesitan atención.
La violencia doméstica alcanza su punto máximo cuando las mujeres están aisladas en sus hogares con sus maltratadores. Ya antes del estallido de la crisis, China Worker informó sobre una encuesta realizada por la Federación de Mujeres de China controlada por el régimen que encontró que el 24.7% de las mujeres casadas entre las edades de 24 y 60 sufrieron violencia doméstica por parte de sus cónyuges. “Menos del 4 por ciento de las denuncias de violencia doméstica han sido confirmadas y el menos del 20 por ciento de estas víctimas han tenido éxito con una solicitud de orden de restricción”.
El aislamiento en el hogar ahora significa que están encerrados con sus maltratadores. “Las ONG han informado de un aumento de la violencia doméstica. La Sra. Cao, una mujer golpeada por su novio en la ciudad sureña de Shenzhen, subió a Weibo su conversación con un mediador de la policía después de que él la instó a abandonar el caso: “Tiene un buen trabajo”, se oye que le dijo. “¿Realmente quieres arruinarlo?”, según The Economist del 7 de marzo. La dictadura reprime en gran medida todo tipo de protestas, pero las mujeres chinas están masivamente denunciando por Internet.
En solo uno de los ejemplos, Blue Sky, una ONG contra la violencia doméstica en el condado Lijian de Hubei, recibió un total de 175 informes de violencia doméstica en febrero, tres veces el número de denuncias recibidas en febrero de 2019. Las restricciones de viaje hacen aún más difícil que en tiempos normales escapar de los maltratadores. Los tribunales, el asesoramiento y los servicios legales se han vuelto en gran medida inaccesibles y, aunque las víctimas pueden presentar denuncias de violencia doméstica en línea, quienes no están familiarizados con Internet están en desventaja. Dado que la asistencia a las víctimas se deja en gran medida a las ONG, estas organizaciones expresan preocupación porque en la crisis actual, seguida por la crisis económica que ya ha comenzado, es difícil obtener los fondos necesarios para ayudar a las víctimas.
Esto no es diferente en otros países que se enfrentan al primer brote del virus. En Estados Unidos, la línea directa nacional de violencia doméstica vio un número creciente de llamadas de víctimas incluso antes de las medidas de confinamiento. Katie Ray-Jones, Directora Ejecutiva de la línea directa, informó en la revista Time que los maltratadores usan el brote de virus para aislar a sus víctimas aún más de lo habitual. En el estado brasileño de Río de Janeiro, los servicios judiciales informaron el 24 de marzo que tuvieron un aumento del 50% en las denuncias de violencia doméstica. En un país que ya tiene una tasa muy alta de violencia doméstica, 33.46% según la OCDE, ese es un aumento muy alarmante.
En el Estado español, que ha visto movimientos masivos y huelgas contra la violencia machista en los últimos años, las organizaciones e instituciones de mujeres que se ocupan del problema de la violencia doméstica están extremadamente preocupadas. La presión de los movimientos de los últimos años ha llevado al gobierno de las Islas Canarias a lanzar una campaña para ayudar a las víctimas, llamada Mascarilla-19. Los refugios permanecen abiertos, pero en la situación actual es aún más difícil ponerse en contacto con las víctimas. Mascarilla-19 es un código que las víctimas pueden usar cuando van a la farmacia: usted lo solicita y deja su dirección para que los farmacéuticos se pongan en contacto con los servicios de ayuda. En toda España, los tribunales permanecerán abiertos y tratarán los informes de violencia doméstica como una prioridad.
Diferentes informes de varios países muestran cómo las casas de acogida para mujeres maltratadas, en la mayoría de los países respaldadas por ONG en lugar de instituciones estatales, generalmente ya estaban llenos antes de que la pandemia se desatara. En Bélgica, había listas de espera antes de la pandemia, lo que significa que pueden pasar semanas e incluso meses antes de que haya un lugar disponible. No solo están llenos, sino que en todo el mundo tienen enormes dificultades para mantener el distanciamiento social y hacer que sus refugios sean seguros.
Mientras que en algunos países las denuncias aumentaron ya antes de las medidas de bloque, como en EEUU, en muchos países las denuncias se han reducido. Como muchas ONG francesas involucradas en ayudar a las víctimas de violencia doméstica informan, no se debe a que el problema haya disminuido, sino a que los maltratadores están en casa día y noche, lo que hace que sea extremadamente difícil para las víctimas pedir ayuda, ya que en tiempos normales las víctimas generalmente llaman a los servicios cuando sus maltratadores se van a trabajar. Solfa, una asociación de mujeres en Lille, Francia, informó en Le Monde (25 de marzo) que “no se atreven a telefonear a las mujeres que generalmente seguimos por temor a correr el riesgo de exponerlas”, ahora sus maltratadores pueden estar en casa en cualquier momento. Las asociaciones de mujeres en Francia exigen identificar urgentemente hoteles y otras instalaciones para ayudar a las víctimas.
Habrá que generar presión para tomar medidas de emergencia para hacer frente a esta crisis. El estrés y la inseguridad masivos en los que se encuentran grandes cantidades de personas no sólo agravarán la situación de las mujeres y los niños en relaciones abusivas ya existentes, sino que corre el riesgo de crear problemas en las relaciones que antes no eran abusivas.
Hay que preparar la lucha para que la clase trabajadora no pague por esta crisis
Ayer, enfermeras y otro personal en el sector de la salud, trabajadores en el sector de distribución, limpiadores, empleados de supermercados eran trabajadores infravalorados. Se enfrentaban a una gran carga de trabajo ya que se vieron obligados año tras año a hacer más trabajo con menos manos. Todos estos sectores feminizados tradicionales de la mano de obra están mal pagados y se enfrentan a contratos precarios. Hoy se encuentran entre los héroes frente a esta crisis de salud masiva. Los políticos que hoy aplauden hipócritamente a los trabajadores de la salud, mañana después del primer pico del virus, se enfrentarán a las demandas de los trabajadores de un salario digno, un aumento de los salarios y mejora en las condiciones en esos sectores, incluido más personal para los servicios públicos, inversión en atención médica con mucho más apoyo de toda la clase trabajadora.
El bombeo masivo de dinero en la economía para evitar el colapso total que ahora ha comenzado en todo el mundo tiene como objetivo principal mantener la economía en marcha en lugar de reforzar el tejido social indispensable que proporcionan estos sectores. Una vez que termine el primer pico, los paquetes de estímulo habrán llevado la deuda estatal a niveles nuevos y sin precedentes. La crisis económica ahora es más profunda que la crisis de 2008, más bien se parece a la depresión económica de la década de 1930. En todas partes, los trabajadores, y especialmente los que trabajan en servicios públicos y atención médica, siguen pagando el precio de la crisis de 2008 y la dura austeridad que siguió.
El establishment capitalista presentará la factura de esta nueva crisis a la clase trabajadora y las capas más pobres de la población. En muchos estados, los gobiernos han obtenido poderes especiales, se han introducido medidas restrictivas especiales para imponer el distanciamiento social, incluida la prohibición de protestas, manifestaciones y huelgas. Tendremos que luchar contra estas restricciones cuando se utilicen no para contener la propagación del virus, sino para contener la protesta y la ira que se desarrolla contra sus nuevas medidas de recortes.
Las trabajadoras de los sectores altamente feminizados de la atención médica, la educación y el comercio minorista estuvieron a la vanguardia de las luchas de la clase trabajadora contra la austeridad que siguió a la crisis de 2008, el movimiento de mujeres estuvo a la vanguardia de una lucha generalizada contra las políticas neoliberales en muchos países latinoamericanos, en Oriente Medio y el norte de África. El conflicto del Covid-19 empujará temporalmente esas luchas a un segundo plano ya que la gente común ahora tiene que reorganizar sus vidas para combatir la propagación del virus. Pero estas luchas volverán con intensidad una vez que termine el primer período de caos.
Las feministas socialistas tendrán que organizarse para defender las demandas de las trabajadoras de inversiones masivas en estos trabajos no rentables pero absolutamente indispensables. El mensaje debe ser claro: ¡el trabajo de cuidados no puede privatizarse ni ponerse a dieta sin que pierda gran parte de su eficiencia para las amplias capas de la población! Tendrán que presentar demandas y estrategias para las luchas sobre la base de esta nueva conciencia acerca del papel del trabajo de las mujeres, remuneradas y no remuneradas, en los lugares de trabajo, en la familia y en las comunidades, como todos los informes muestran que en muchos de los grupos de asistencia que se están formando las mujeres constituyen la mayoría de los ayudantes. Tendrán que ayudar a ampliar la comprensión de la situación de la doble opresión (como mujeres y como trabajadoras) y la violencia a la que están sometidas las trabajadoras bajo el capitalismo.
Los partidos capitalistas y sus figuras públicas no tendrán respuestas, ya que el refuerzo y una mayor valoración del trabajo de las mujeres reducirían las ganancias para la pequeña minoría de multimillonarios que defienden y representan. Necesitamos transmitir el mensaje de que solo un mundo en el que se satisfagan colectivamente las necesidades de la población será capaz de lidiar eficientemente con tales crisis de salud. Solo una sociedad así podrá emancipar a la mayoría de las mujeres. Tal sociedad sólo puede ser una sociedad socialista, en la que la clase trabajadora una a todas las capas oprimidas detrás de una lucha para tomar el control de la economía, para planificar la producción mundial que pueda satisfacer las demandas del mundo. Ese es el mundo por el que luchamos: ¡hoy en aislamiento en nuestras casas, mañana en las calles!
La crisis del Covid-19 ha golpeado fuerte al mundo. Los trabajadores de la salud, cuyas voces nunca fueron escuchadas cuando gritaron por más personal y recursos en movimientos y huelgas alrededor de todo el mundo en los últimos años, son el activo principal de la sociedad para combatir esta pandemia. Ellos pagan un precio muy alto por esto: de aquellos que resultaron positivos en Italia, 10% son trabajadores de la salud. Y mientras los ricos pueden realizarse pruebas para detectar el virus, ¡la mayoría de los trabajadores de la sanidad no! Esta es una característica de la crisis en todas partes, no sólo en Italia. Desde EE.UU a Gran Bretaña y Bélgica, doctores, doctoras, enfermeras y enfermeros están preguntándose si podrían estar contagiando a sus pacientes, colegas y miembros de su familia. Dos enfermeras italianas se han suicidado después de haber resultado positivas en sus pruebas del virus.
Las vidas de millones de personas han cambiado drásticamente en las últimas semanas, al ser cada vez más y más países los que entran en cuarentena, confinado a más personas en sus casas. Existe obviamente una enorme diferencia entre ser confinado en un pequeño apartamento con tus hijos y estar confinado en una gigantesca mansión con amplios espacios al aire libre como el ex gobernador de California y actor Arnold Schwarzenegger; ¡la mayor parte de la población no podrían tener un cuarto para un burro y un pony dentro o fuera de la casa! No olvidemos a los millones de personas sin hogar en el mundo, los millones de refugiados atrapados en campos con un nulo acceso al agua y jabón, así como a ningún servicio médico o las incontables comunidades en el mundo que no tienen acceso fácil al agua o a instalaciones de sanidad. En Brasil, por ejemplo, el 60% de la población no tiene acceso a provisiones sanitarias adecuadas.
La pandemia de Covid-19 claramente no tiene el mismo efecto para todos. Mientras cualquiera puede infectarse, las posibilidades de sobrevivir son menores para la gente más pobre, aquellos que generalmente ya tienen peor salud presentan menor resistencia a los virus. En países como Sudáfrica en donde la tuberculosis se propaga entre los estratos más pobres de la población, este virus puede tener un efecto aún más devastador. En Brasil no es una coincidencia que la primera persona que murió de este virus fue una mujer negra que era trabajadora del hogar, las mujeres negras están entre los más pobres.
Pero también esta la cuestión de género: las mujeres están claramente entre aquellos que reciben lo peor de los efectos de la pandemia. “El coronavirus será peor para las mujeres que para los hombres”, planteo el Foro Económico Mundial. A pesar de que cifras de China sugieren que más hombres que mujeres mueren de esta enfermedad, las mujeres enfrentan la peor parte al ser la mayoría de los trabajadores de la salud tanto como aquellas que ejercen los cuidados dentro de las familias y comunidades, haciéndolas más vulnerables a infectarse como ha demostrado la experiencia de epidemias en el pasado.
El brote de ébola en 2014 y 2016 en el oeste de África mostró la posición predominante de las mujeres en los trabajos de cuidado, lo que significó que ellas eran las que tenían mayor probabilidad de infectarse, en un contexto en el que no tienen ningún poder o influencia para tomar decisiones. Los pequeños recursos en el sector de la sanidad se concentraron en la lucha contra el virus, lo que condujo a un mayor colapso de las instalaciones para otros problemas de salud. El resultado fue, entre otros, un incremento en la mortalidad materna. Es probable que eso se reproduzca en la crisis actual cuando el virus llegue al mundo neocolonial.
Como las escuelas y otros servicios han cerrado, la mayoría del trabajo doméstico adicional recae sobre los hombros de las mujeres. También se espera que el confinamiento cause un pico en la violencia doméstica, física, sexual, psicológica, hacia las mujeres, los niños y los jóvenes LGTBI. Al ser las mujeres quienes generalmente tienen contratos temporales y precarios en lugares de trabajo cerrados como bares y restaurantes o en tiendas no alimentarias, muchas de ellas no se beneficiarán de las medidas implementadas para proteger los empleos y los ingresos, simplemente habrán perdido su trabajo.
Esta crisis destaca la posición vulnerable de las mujeres en el mercado laboral y en la sociedad capitalista en su conjunto, así como el importante papel de las mujeres como cuidadoras no remuneradas en la familia y las comunidades y como trabajadoras remuneradas en sectores que siempre han sido subvalorados, con salarios bajos, contratos precarios y malas condiciones de trabajo, pero ahora muestran cuán indispensables son en realidad. Esta crisis también ha demostrado muy claramente el fracaso del establishment capitalista para hacer frente a este peligro para la salud, con la mayoría de las medidas que finalmente tomaron -como siempre muy pocas y demasiado tarde-, aplicadas desde abajo, con trabajadores ordinarios que toman las decisiones y las implementan, con gobiernos y jefes rezagados.
La austeridad ha dejado a los trabajadores de la salud para luchar como soldados sin las armas adecuadas. Las mujeres constituyen la mayoría de los trabajadores en el sector de la salud y la asistencia social, 70% en 104 países analizados por la Organización Mundial de la Salud. En la región de Hubei, donde surgió el virus, el 90% del personal está compuesto por mujeres. En Bélgica es del 80% en los hospitales, llegando a más del 90% en las residencias para adultos mayores.
Trabajar en el sector social y de salud se considera en gran medida como una extensión de las habilidades “naturales” de las mujeres, para lo cual no es necesario proporcionar salarios dignos. En general, sus salarios estarían por debajo del promedio. Ahora, estas funciones son claramente vitales, no solo las enfermeras y médicos altamente calificados, sino también los trabajadores peor pagados, como los limpiadores sin los cuales todo el sector tendría que cerrar. Ahora está claro que los trabajos peor pagados a menudo se encuentran entre los más útiles y valiosos.
En un país tras otro, la gente aplaude a los trabajadores del sector de la salud desde sus ventanas y balcones. El grupo de acción de atención médica La Santé en Lutte (Sanidad en lucha) respondió a este acto de solidaridad y apoyo diciendo: “Gracias por sus aplausos, pero le pedimos que no olvide lo que sucede ahora y que nos apoye en futuras movilizaciones. Tan pronto como termine el cierre, tenemos algo que decir y hacer ¡Y te necesitaremos!”.
El número de muertos por el virus está altamente influenciado por los puntos débiles en la atención médica. En todos los países capitalistas desarrollados, décadas de recortes en la atención médica han creado una situación en la que no hay suficientes camas de hospital, en el que el personal está sobrecargado de trabajo y se ve afectado por una epidemia de enfermedades relacionadas con el trabajo mucho antes de que comenzara esta crisis, en la que las instalaciones de prueba son en gran medida insuficientes. Esto no solo se hizo para reducir los presupuestos, sino que también fue parte de un impulso consciente hacia la comercialización y privatización por parte de los sucesivos gobiernos neoliberales, creando un sector de atención privada impulsado por las ganancias junto con una atención pública desangrada. Países como Italia han reducido el número de camas de hospital de 10.6 camas por cada 1000 personas en 1975 a 2.6 en la actualidad; en Francia pasó de 11.1 camas por 1000 en 1981 a 6.5 en 2013. En los países en desarrollo nunca ha habido una atención médica adecuada: enumerar los países que tienen menos de 1 cama de hospital por cada 1000 personas se reduce a enumerar el mundo neocolonial. Cuando este virus se propague en continentes como África, los resultados serán catastróficos.
Corea del Sur parece haber sido el único país que ha mantenido sus instalaciones sanitarias en un número suficiente para evitar un bloqueo para contener la infección, mientras que los países europeos y los Estados Unidos entraron en esta crisis sin estar preparados. Un ejemplo de ello fue la destrucción en Bélgica en 2019 de la reserva estratégica de 6 millones de máscaras quirúrgicas después de que un mal almacenamiento por parte del Departamento de Defensa los hubiera dejado inutilizables. Por consideraciones presupuestarias, el gobierno de derecha decidió no renovar las existencias, lo que dejó incluso a los propios trabajadores de la salud sin protección en las primeras semanas del brote.
Las imágenes de enfermeras agotadas, con marcas de sus máscaras y gafas protectoras impresas en sus rostros, se convertirán en imágenes icónicas relacionadas con esta crisis; tenemos que asegurarnos de que no se olviden después. Porque no es el caso que el establishment no supiera sobre la escasez de personal en el sector de la salud: en todo el mundo vimos huelgas masivas en los últimos años. En Francia el año pasado hubo una huelga masiva que se extendió por casi todas las unidades de emergencia pero, como en otros lugares, la respuesta del gobierno fue una continuación de la austeridad acompañada de una mayor privatización del sector.
Los trabajadores de la salud de todo el mundo ahora se enfrentan a una situación en la que hacer doble turno se ha convertido en la nueva normalidad. Es ampliamente esperado que la crisis actual en el sector sea seguida por una crisis de agotamiento entre el personal. Si el sector se mantiene a flote en esta crisis, no será gracias al establishment, sino gracias a los enormes sacrificios del personal, incluidos los trabajadores que limpian y desinfectan los hospitales y otras instituciones de atención.
El derecho de aborto bajo ataque
Al combatir esta pandemia, el sector tampoco podrá mantener los servicios normales. Se pospone toda la atención no esencial y no urgente, y algunos estados de los Estados Unidos la utilizan para incluir el aborto en la atención no esencial. Con restricciones en los viajes, esto equivale a la reversión del derecho de aborto en los Estados Unidos. Obviamente esto tiene que ser combatido. La presión debe generarse inmediatamente, como hicieron las organizaciones de mujeres brasileñas en mayo del año pasado, cuando el gobernador de São Paulo decretó cerrar uno de los pocos hospitales que realizan abortos en los casos en que la ley lo permite, solo unos días después reabrió sus puertas.
Las mujeres que quieren abortar deben poder obtener las recetas de píldoras abortivas, que se tomarán en casa, en línea o por una simple llamada telefónica, y los abortos tardíos deben incluirse en la atención de urgencia. Del mismo modo, las mujeres en tratamiento de fertilidad deberían poder mantenerlo.
En el Reino Unido, estos derechos están siendo negados de forma completamente innecesaria. En los hechos, en Irlanda se han tomado medidas para permitir el acceso a las píldoras abortivas por teléfono, debido a la presión desde abajo, lo que demuestra que este podría ser el caso en tiempos “normales”. ¡Debemos exigir que esto continúe después de que la pandemia disminuya!
Las medidas de protección instaladas en los hospitales conducen a una situación en la que las mujeres tienen que dar a luz por su cuenta, no se permite la entrada de su pareja. Mientras tanto, las unidades de maternidad se cierran a medida que las matronas se despliegan en otros lugares o se aíslan como resultado del coronavirus. Al mismo tiempo, las pacientes de edad avanzada mueren solos en casas de reposo y en sus casas, ya que no se permiten visitas. Solo el acceso a las pruebas podría ayudar a prevenir estas experiencias traumáticas. En la situación actual, cuando las pruebas a menudo dependen de laboratorios privados, quienes obtienen prioridad no son quienes más lo necesitan, ¡sino quienes tienen el dinero para pagarlo!
En muchos países, las personas mayores infectadas con el virus ni siquiera son llevadas al hospital, ya que hay pocas esperanzas de que sobrevivan y los hospitales están llenos. ¡Que la sociedad se vea obligada a hacer un juicio tan brutal e inhumano es una acusación del capitalismo en sí mismo!
Los “soldados” que mantienen a flote a la sociedad en estos tiempos difíciles no son sólo los trabajadores de la salud. Los trabajadores en la distribución de alimentos, los limpiadores de los lugares de trabajo esenciales, los trabajadores del transporte público, los trabajadores sociales están todos en el trabajo, muchos de ellos también con cargas de trabajo más altas, trabajando turnos dobles. En general, las autoridades o los jefes no tomaron las medidas que deberían para protegerlos de la infección, en cambio los sindicatos y los trabajadores comunes tuvieron que impulsarlas desde abajo.
Una vez que el primer brote haya quedado atrás y los gobiernos pasen de grandes inyecciones de fondos a presentar la factura a la mayoría de la población, lo que es inevitable ahora debido a la crisis económica mundial que se avecina, tendremos que intensificar la lucha. Necesitamos exigir más recursos públicos invertidos en el sector de la atención médica, contratos de trabajo decentes y estables, un salario mínimo para erradicar los bajos salarios y deshacernos de la lógica neoliberal de que los únicos trabajos con salarios dignos son aquellos que generan ganancias para los súper-ricos.
La sobrerrepresentación de mujeres entre los trajadores con contratos precarios hará que muchoa de ellas pierdan sus empleos
Se está produciendo una lucha en los lugares de trabajo “no esenciales” ya que los trabajadores no están preparados para correr el riesgo de infectarse o infectar a sus familias para mantener las ganancias o están demandando programas de desempleo técnico. Pero en muchos de los sectores cerrados, sectores muy feminizados como el sector de la hotelería y las tiendas no alimentarias, los trabajadores no tienen contratos estables y se han quedado sin trabajo. En el mejor de los casos, están recurriendo a los sistemas de seguridad social y bienestar que se han vaciado por décadas de baja inversión y austeridad severa después de la crisis financiera y económica de 2008.
En países como Bélgica, las prestaciones sociales y de desempleo estarán muy por debajo de la línea de pobreza, sobre todo cuando viven con una pareja con un salario. Las mujeres de todo el mundo han sido las mayores víctimas del desempleo, dejándolas sin derecho a una prestación o simplemente con derecho a una miseria. Un ataque masivo contra los ingresos de las familias de la clase trabajadora, también las dejó más dependientes de sus parejas. Las familias monoparentales, el 22% de las familias con hijos en los Países Bajos, están condenadas a la pobreza debido a los bajos salarios y prestaciones, combinados con altos costos de vivienda. Lo más probable es que una mujer sea la cabeza de familias monoparentales (90% en Gran Bretaña, por ejemplo).
A medida que la crisis de Covid-19 conduce al desarrollo más acelerado de la crisis económica, muchas de ellas no encontrarán nuevos empleos, ya que un número significativo de estas empresas cerradas, especialmente las pequeñas empresas, irán a la quiebra en los próximos meses.
Trabajar en casa con niños presentes introduce al factor de “agotamiento parental”. Con una tendencia masiva hacia el teletrabajo para aquellos que pueden hacerlo, muchos trabajadores, en su mayoría mujeres, ahora se enfrentan a tener que trabajar desde casa con sus hijos presentes. Cuando, en tiempos normales, las mujeres se enfrentan a su trabajo doméstico después de su trabajo remunerado, recogen a los niños de la escuela, compran, preparan alimentos, lavan, ayudan a los niños con su tarea, etcétera, ahora muchos de los padres y madres con niños pequeños se enfrentan a tener que pasar sus horas de trabajo remunerado antes o después de largos días de cuidado de sus hijos. Como una madre belga de dos niños pequeños informó en la prensa: “Puse la alarma a las 4 de la mañana para hacer un trabajo”. Los blogs muestran a muchas mujeres quebradas bajo la presión, sintiendo que ya no pueden hacer nada bien: no se desempeñan bien en sus trabajos, sintiendo al mismo tiempo que son malas madres.
Según las cifras del Foro Económico Mundial, en tiempos normales, las mujeres realizan el 76,2% de la atención y los cuidados no remunerados en la familia. Esto es parte de una tradición centenaria: la opresión de las mujeres comenzó con sacar a las mujeres de la esfera productiva, ponerlas bajo control y hacerlas dependientes del jefe masculino de la familia, como parte de las primeras sociedades clasistas decenas de miles de años atrás. Pero la sociedad capitalista ha adaptado la opresión de las mujeres y el sexismo institucionalizado a sus propias necesidades, la recrea y refuerza todos los días y en todos los ámbitos de la vida. Lo hace en la falta de servicios asequibles y de calidad que permitan a las trabajadoras combinar trabajo y familia. Lo hace también en el hecho de que los bajos salarios de las mujeres hacen que sea lógico que sea la mujer del hogar la que deje su trabajo remunerado cuando el cuidado de los hijos requiere que uno de los padres esté más en casa. La tradición y la realidad material se combinan para mantener a las mujeres en esta posición de trabajo no remunerado en el hogar.
El cierre de escuelas en muchos países ahora ha aumentado enormemente la cantidad de horas dedicadas a esta parte de la “doble jornada” de las mujeres. Los sindicatos tienen que ejercer presión en este momento para desafiar la noción de que los trabajadores pueden trabajar simultáneamente sus horas normales mientras cuidan a sus hijos a tiempo completo. Como primer paso, sus horas de trabajo deben reducirse imponiendo una cantidad de días libres por semana sin pérdida de pago (sin quitarlas de sus vacaciones normales), reduciendo la productividad que se espera de ellos. A más largo plazo, esta mayor conciencia sobre la responsabilidad parental se debe utilizar para luchar por el derecho de padres y madres a estar en casa sin pérdida de salario cuando sus hijos están enfermos o no pueden ir a la escuela, con fondos gratuitos, cuidado infantil gratuito e instalaciones públicas recreativas para niños y jóvenes durante las vacaciones escolares de verano.
El hecho de que la educación sea uno de esos sectores de la sociedad que ha sido devastada por la austeridad, con registros de falta de personal año tras año, hace que sea difícil establecer esquemas para métodos de educación en el hogar que no esperen que los padres sean los únicos maestros de sus hijos, incluso si los medios tecnológicos para hacerlo están mucho más presentes que nunca. Un sector altamente feminizado, muchos maestros se encuentran en casa con sus hijos y no pueden concentrarse en desarrollar tales métodos para el periodo de confinamiento.
Los maestros ahora están haciendo sonar las alarmas para los grupos masivos de alumnos y estudiantes que se quedan atrás, los más pobres no tienen las herramientas necesarias (ordenadores, conexión a Internet) para mantenerse al día y/o no tienen padres que puedan ayudarlos debido a sus horas de trabajo, debido al hecho de que no tienen las habilidades necesarias o por barreras del idioma. Mientras que en los años sesenta y setenta la democratización de la educación en los países capitalistas avanzados hizo posible que muchos jóvenes de clase trabajadora obtuviera titulaciones más altas que la generación de sus padres, el sistema educativo reducido de hoy no obtiene esos resultados, enfatizando diferencias sociales más que ayudar a superarlas. Esta crisis empeorará las cosas.
En muchos países, mientras se eliminan las clases, las escuelas permanecen abiertas para los hijos de los trabajadores esenciales. Pero muchas familias se niegan a poner a sus hijos allí debido a la inseguridad masiva debido a la falta de pruebas de coronavirus. Las escuelas tendrán que reabrir en algún momento, pero habrá que resistir la reapertura de las escuelas por parte de los gobiernos de derecha en función de los intereses económicos. La reapertura sólo puede ocurrir si se puede hacer de manera segura, con pruebas masivas y repetitivas y protección contra infecciones tanto para el personal como para los estudiantes. Se debe desarrollar un plan de reapertura con representantes del personal, sindicatos, organizaciones de padres y estudiantes: ellos son los que pueden manejar la situación en interés de la sociedad y no para garantizar ganancias privadas.
Mientras no se vuelvan a abrir las escuelas se desarrollará un “agotamiento parental” generalizado, con padres agotados que realizan al menos dos trabajos a tiempo completo durante semanas. La Liga de la Familia en Bélgica escribe: “si esta situación dura, muchos padres colapsarán y es preferible asegurar de inmediato una cantidad de días libres para que los padres tomen alternativamente cuando sea posible, en lugar de enfrentar una serie de agotamientos por un par de semanas a partir de ahora (…) con padres arriesgando el agotamiento profesional y parental ” (20 de marzo, Le Ligueur).
Además de los riesgos para la salud mental de los padres, las instituciones de bienestar infantil temen el aumento de las tensiones en muchas familias, lo que pone a los niños en riesgo. Para las familias que ya fueron seguidas por servicios sociales debido a situaciones problemáticas, muchos de estos servicios han cerrado o tienen que trabajar en circunstancias muy difíciles. También vemos los primeros informes de crecientes tensiones que sufren jóvenes LGTBI ahora confinados con sus padres que no los aceptan.
La situación no es mejor para aquellos padres que trabajan en sectores que aún están abiertos. No solo en el sector de la salud, sino también, por ejemplo, en el sector de distribución de alimentos o en servicios de limpieza, los trabajadores están ahora en turnos dobles, y cuando llegan a casa aún tienen que realizar sus tareas domésticas con niños que en algunos casos han estado en la escuela, pero sin haber tenido clases y que necesitan atención.
La violencia doméstica alcanza su punto máximo cuando las mujeres están aisladas en sus hogares con sus maltratadores. Ya antes del estallido de la crisis, China Worker informó sobre una encuesta realizada por la Federación de Mujeres de China controlada por el régimen que encontró que el 24.7% de las mujeres casadas entre las edades de 24 y 60 sufrieron violencia doméstica por parte de sus cónyuges. “Menos del 4 por ciento de las denuncias de violencia doméstica han sido confirmadas y el menos del 20 por ciento de estas víctimas han tenido éxito con una solicitud de orden de restricción”.
El aislamiento en el hogar ahora significa que están encerrados con sus maltratadores. “Las ONG han informado de un aumento de la violencia doméstica. La Sra. Cao, una mujer golpeada por su novio en la ciudad sureña de Shenzhen, subió a Weibo su conversación con un mediador de la policía después de que él la instó a abandonar el caso: “Tiene un buen trabajo”, se oye que le dijo. “¿Realmente quieres arruinarlo?”, según The Economist del 7 de marzo. La dictadura reprime en gran medida todo tipo de protestas, pero las mujeres chinas están masivamente denunciando por Internet.
En solo uno de los ejemplos, Blue Sky, una ONG contra la violencia doméstica en el condado Lijian de Hubei, recibió un total de 175 informes de violencia doméstica en febrero, tres veces el número de denuncias recibidas en febrero de 2019. Las restricciones de viaje hacen aún más difícil que en tiempos normales escapar de los maltratadores. Los tribunales, el asesoramiento y los servicios legales se han vuelto en gran medida inaccesibles y, aunque las víctimas pueden presentar denuncias de violencia doméstica en línea, quienes no están familiarizados con Internet están en desventaja. Dado que la asistencia a las víctimas se deja en gran medida a las ONG, estas organizaciones expresan preocupación porque en la crisis actual, seguida por la crisis económica que ya ha comenzado, es difícil obtener los fondos necesarios para ayudar a las víctimas.
Esto no es diferente en otros países que se enfrentan al primer brote del virus. En Estados Unidos, la línea directa nacional de violencia doméstica vio un número creciente de llamadas de víctimas incluso antes de las medidas de confinamiento. Katie Ray-Jones, Directora Ejecutiva de la línea directa, informó en la revista Time que los maltratadores usan el brote de virus para aislar a sus víctimas aún más de lo habitual. En el estado brasileño de Río de Janeiro, los servicios judiciales informaron el 24 de marzo que tuvieron un aumento del 50% en las denuncias de violencia doméstica. En un país que ya tiene una tasa muy alta de violencia doméstica, 33.46% según la OCDE, ese es un aumento muy alarmante.
En el Estado español, que ha visto movimientos masivos y huelgas contra la violencia machista en los últimos años, las organizaciones e instituciones de mujeres que se ocupan del problema de la violencia doméstica están extremadamente preocupadas. La presión de los movimientos de los últimos años ha llevado al gobierno de las Islas Canarias a lanzar una campaña para ayudar a las víctimas, llamada Mascarilla-19. Los refugios permanecen abiertos, pero en la situación actual es aún más difícil ponerse en contacto con las víctimas. Mascarilla-19 es un código que las víctimas pueden usar cuando van a la farmacia: usted lo solicita y deja su dirección para que los farmacéuticos se pongan en contacto con los servicios de ayuda. En toda España, los tribunales permanecerán abiertos y tratarán los informes de violencia doméstica como una prioridad.
Diferentes informes de varios países muestran cómo las casas de acogida para mujeres maltratadas, en la mayoría de los países respaldadas por ONG en lugar de instituciones estatales, generalmente ya estaban llenos antes de que la pandemia se desatara. En Bélgica, había listas de espera antes de la pandemia, lo que significa que pueden pasar semanas e incluso meses antes de que haya un lugar disponible. No solo están llenos, sino que en todo el mundo tienen enormes dificultades para mantener el distanciamiento social y hacer que sus refugios sean seguros.
Mientras que en algunos países las denuncias aumentaron ya antes de las medidas de bloque, como en EEUU, en muchos países las denuncias se han reducido. Como muchas ONG francesas involucradas en ayudar a las víctimas de violencia doméstica informan, no se debe a que el problema haya disminuido, sino a que los maltratadores están en casa día y noche, lo que hace que sea extremadamente difícil para las víctimas pedir ayuda, ya que en tiempos normales las víctimas generalmente llaman a los servicios cuando sus maltratadores se van a trabajar. Solfa, una asociación de mujeres en Lille, Francia, informó en Le Monde (25 de marzo) que “no se atreven a telefonear a las mujeres que generalmente seguimos por temor a correr el riesgo de exponerlas”, ahora sus maltratadores pueden estar en casa en cualquier momento. Las asociaciones de mujeres en Francia exigen identificar urgentemente hoteles y otras instalaciones para ayudar a las víctimas.
Habrá que generar presión para tomar medidas de emergencia para hacer frente a esta crisis. El estrés y la inseguridad masivos en los que se encuentran grandes cantidades de personas no sólo agravarán la situación de las mujeres y los niños en relaciones abusivas ya existentes, sino que corre el riesgo de crear problemas en las relaciones que antes no eran abusivas.
Hay que preparar la lucha para que la clase trabajadora no pague por esta crisis
Ayer, enfermeras y otro personal en el sector de la salud, trabajadores en el sector de distribución, limpiadores, empleados de supermercados eran trabajadores infravalorados. Se enfrentaban a una gran carga de trabajo ya que se vieron obligados año tras año a hacer más trabajo con menos manos. Todos estos sectores feminizados tradicionales de la mano de obra están mal pagados y se enfrentan a contratos precarios. Hoy se encuentran entre los héroes frente a esta crisis de salud masiva. Los políticos que hoy aplauden hipócritamente a los trabajadores de la salud, mañana después del primer pico del virus, se enfrentarán a las demandas de los trabajadores de un salario digno, un aumento de los salarios y mejora en las condiciones en esos sectores, incluido más personal para los servicios públicos, inversión en atención médica con mucho más apoyo de toda la clase trabajadora.
El bombeo masivo de dinero en la economía para evitar el colapso total que ahora ha comenzado en todo el mundo tiene como objetivo principal mantener la economía en marcha en lugar de reforzar el tejido social indispensable que proporcionan estos sectores. Una vez que termine el primer pico, los paquetes de estímulo habrán llevado la deuda estatal a niveles nuevos y sin precedentes. La crisis económica ahora es más profunda que la crisis de 2008, más bien se parece a la depresión económica de la década de 1930. En todas partes, los trabajadores, y especialmente los que trabajan en servicios públicos y atención médica, siguen pagando el precio de la crisis de 2008 y la dura austeridad que siguió.
El establishment capitalista presentará la factura de esta nueva crisis a la clase trabajadora y las capas más pobres de la población. En muchos estados, los gobiernos han obtenido poderes especiales, se han introducido medidas restrictivas especiales para imponer el distanciamiento social, incluida la prohibición de protestas, manifestaciones y huelgas. Tendremos que luchar contra estas restricciones cuando se utilicen no para contener la propagación del virus, sino para contener la protesta y la ira que se desarrolla contra sus nuevas medidas de recortes.
Las trabajadoras de los sectores altamente feminizados de la atención médica, la educación y el comercio minorista estuvieron a la vanguardia de las luchas de la clase trabajadora contra la austeridad que siguió a la crisis de 2008, el movimiento de mujeres estuvo a la vanguardia de una lucha generalizada contra las políticas neoliberales en muchos países latinoamericanos, en Oriente Medio y el norte de África. El conflicto del Covid-19 empujará temporalmente esas luchas a un segundo plano ya que la gente común ahora tiene que reorganizar sus vidas para combatir la propagación del virus. Pero estas luchas volverán con intensidad una vez que termine el primer período de caos.
Las feministas socialistas tendrán que organizarse para defender las demandas de las trabajadoras de inversiones masivas en estos trabajos no rentables pero absolutamente indispensables. El mensaje debe ser claro: ¡el trabajo de cuidados no puede privatizarse ni ponerse a dieta sin que pierda gran parte de su eficiencia para las amplias capas de la población! Tendrán que presentar demandas y estrategias para las luchas sobre la base de esta nueva conciencia acerca del papel del trabajo de las mujeres, remuneradas y no remuneradas, en los lugares de trabajo, en la familia y en las comunidades, como todos los informes muestran que en muchos de los grupos de asistencia que se están formando las mujeres constituyen la mayoría de los ayudantes. Tendrán que ayudar a ampliar la comprensión de la situación de la doble opresión (como mujeres y como trabajadoras) y la violencia a la que están sometidas las trabajadoras bajo el capitalismo.
Los partidos capitalistas y sus figuras públicas no tendrán respuestas, ya que el refuerzo y una mayor valoración del trabajo de las mujeres reducirían las ganancias para la pequeña minoría de multimillonarios que defienden y representan. Necesitamos transmitir el mensaje de que solo un mundo en el que se satisfagan colectivamente las necesidades de la población será capaz de lidiar eficientemente con tales crisis de salud. Solo una sociedad así podrá emancipar a la mayoría de las mujeres. Tal sociedad sólo puede ser una sociedad socialista, en la que la clase trabajadora una a todas las capas oprimidas detrás de una lucha para tomar el control de la economía, para planificar la producción mundial que pueda satisfacer las demandas del mundo. Ese es el mundo por el que luchamos: ¡hoy en aislamiento en nuestras casas, mañana en las calles!